¿Cómo administrar una red vial de la mejor manera?
Escrito por Ing. José David Rodríguez.
Las
instituciones o agencias de transporte encargadas del desarrollo de la
infraestructura vial históricamente han tenido que enfrentar restricciones
presupuestarias y el aumento de las necesidades de mantenimiento de sus redes
viales. Es decir, ¡la plata nunca alcanza para atender todas las carreteras!
Ante
esta situación, desde hace muchos años, el sector público del área de
carreteras volvió su mirada hacia las prácticas de administración del sector
privado para echar mano de principios que le permitieran mejorar su desempeño.
Así como en los negocios se trata de producir el mayor número de unidades, al
menor costo y con el mejor nivel de servicio al cliente posible, los
Departamentos de Transporte de Estados Unidos y otros países, tradujeron esos
principios a su ámbito, buscando entonces atender la mayor extensión de sus
carreteras, con la menor inversión y manteniendo el mejor nivel de servicio posible
para los usuarios.
Para
conseguir buenos resultados bajo estas prácticas fue necesaria la difícil tarea
de olvidarse de atender “lo malo primero”. Este enfoque conocido en ingeniería
como "worst first approach"
se encuentra muy arraigado precisamente por la labor de “apagar incendios” ante
una escasez de recursos. Sin embargo, este tipo de gestión resulta en procesos
onerosos por la baja efectividad de las soluciones aplicadas (p.ej. bacheos
extensos ó sobrecapas asfálticas sobre superficies agrietadas que requieren
reconstrucción).
Pero, ¿Por
qué se debe olvidar este enfoque de “lo malo primero” si las carreteras que
están malas son las que se deberían arreglar primero? Bueno, pues mientras se
arreglan las carreteras en mal estado, las que están en estados regulares y
buenos van decayendo en su condición, engrosando la lista de lo malo. La clave
del éxito está en atender las carreteras cuando se encuentran en buena condición
porque esa intervención resulta hasta 10 veces más económica que una
reconstrucción. De esta forma, una combinación de la estrategia proactiva con
criterios de priorización adecuados (que no dejen por fuera carreteras principales,
aunque estén malas u otras que representen un riesgo para al usuario), irá
liberando recursos en el mediano y largo plazo que permitirán atender con las
técnicas requeridas las secciones en peor estado.
Los
conceptos anteriores son tan fáciles de comprender que los aplicamos diariamente
en el mantenimiento de nuestros vehículos y nuestras casas. No debería haber entonces
resistencia para aplicarlos a nuestras carreteras o, ¿acaso alguien en su sano
juicio preferiría ahorrarse el cambio de aceite de su carro (₡ 15.000) para tener que gastar
en un overhaul (₡ 800.000) posteriormente?
¿Cómo es un
Sistema de Administración de Carreteras?
De
acuerdo con la organización American
Association of State Highway and Transportation Officials (AASHTO), para
poner en práctica esta filosofía de gestión de activos, se requiere de un
Sistema de Administración de Carreteras que se conforma transversalmente de tres
ejes principales: organización, recurso humano y tecnología. Además, cada uno
de estos ejes componen una estructura de tres niveles llamados: nivel
estratégico (ejecutivo), nivel táctico y nivel operativo (proyecto).
En el
nivel estratégico (con un horizonte de planificación de 20 años) se toman las
decisiones sobre políticas, metas de desempeño y estrategias de atención de las
redes viales, con un enfoque integral (puentes, muros, alcantarillas,
pavimentos, etc.). ¿Cuáles rutas serán prioritarias? ¿A cuáles vías se les
deberá ampliar su capacidad? ¿Qué nivel de inversión mantendremos en los
próximos 20 años con respecto al PIB? ¿Qué estándar deben tener las carreteras
según su jerarquía? Esas preguntas deben obtener respuesta en el nivel
estratégico de una institución vial.
El nivel
táctico, cuyo horizonte de planificación es de cinco años, compone el enlace
entre el nivel estratégico y el nivel operativo. Es decir, donde se realiza la
traducción de las políticas hacia los proyectos que contribuirán a alcanzar las
metas definidas para el país. En esta etapa se desarrollan actividades como
estudios de factibilidad, trámites de expropiaciones, preparación de carteles
de licitación y procesos de contratación.
El nivel
operativo es el de la ejecución y por lo tanto su horizonte de planificación
puede ser de uno a tres años, según la complejidad del proyecto, pero
mayormente se compondrá de planes anuales de ejecución de proyectos. En este
nivel, los proyectos deben llegar listos para que los ejecutores no sufran
reveces por ausencia de estudios, contratos con alcances parciales,
expropiaciones pendientes o trabajos de reubicación de otras infraestructuras
no contemplados. Este nivel también es fundamental en la retroalimentación del
proceso de planificación, pues debe reportar la condición de las carreteras una
vez intervenidas.
Por otra
parte, dentro de los ejes que sostienen esta estructura el más importante es el
organizacional. Una institución puede contar con profesionales capacitados y
herramientas tecnológicas, pero si sus procesos, canales de comunicación, roles
y responsabilidades no están definidas claramente, la organización estará
condenada a altas tasas de reprocesos, duplicidades y baja eficiencia.
En
cuanto al componente de recurso humano, el desarrollo profesional, la
capacitación continua y un adecuado régimen de incentivos que alineen la
organización en torno a la gestión proactiva y la obtención de resultados, son
primordiales para la sostenibilidad del sistema como tal.
Por
último, sobre la tecnología, las guías para el desarrollo e implementación de
Sistemas de Gestión de Infraestructura Vial publicadas por AASHTO, citan a este
componente como el más fácil de implementar. De hecho, las herramientas de software son el último paso de un
proceso de implementación de acuerdo con estas guías, y no al contrario como
usualmente sucede en el contexto latinoamericano.
Reflexiones
finales
Como se
puede observar, existe suficiente experiencia internacional para diseñar la
ruta para la transición de un modelo "apaga incendios" que atiende lo
malo primero, a uno proactivo basado en las mejores prácticas de gestión.
Además, es necesario destacar que debe existir un compromiso y liderazgo al más
alto nivel para el desarrollo de los temas organizacionales, junto con los
técnicos. Todo esto sin olvidar que las herramientas informáticas no
sustituirán jamás el juicio experto y la sinergia del trabajo en equipo en una
institución.
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